Cuenta una leyenda que existía una aldea escondida entre colinas verdes y ríos cristalinos, donde vivía una mujer llamada Aisling.
Aisling era conocida por su belleza, sabiduría y conexión con la naturaleza.
Desde joven, había sido guiada por visiones de una diosa que se manifestaba en tres formas: la Doncella, la Madre y la Anciana. Cada una de ellas representaba una etapa de la vida de las mujeres y poseía su propia sabiduría.
Una noche, mientras Aisling contemplaba las estrellas se le apareció la Diosa Triple. Con una voz suave, la Diosa le habló de la importancia de las mujeres en el ciclo de la vida, y le reveló que la Triqueta era un símbolo de conexión entre estas tres etapas. Cada mujer, ya fuera joven, madre o anciana, llevaba en su interior la fuerza de las tres.
La Diosa le otorgó a Aisling una misión: debía unir a las mujeres de su aldea para contar sus propias historias y experiencias. Aisling, emocionada y nerviosa, comenzó a reunir a las mujeres de todas las edades.
Las jóvenes compartieron sus sueños y aspiraciones; las madres contaron las luchas y alegrías de la crianza; y las ancianas ofrecieron sabiduría y consejos que sólo el tiempo sabe proporcionar.
En el centro del círculo, Aisling creó una hermosa Triqueta con cintas de colores, simbolizando la unión de sus historias. Mientras lo hacía, las mujeres comenzaron a entender que cada una de ellas era un hilo en el tejido de la vida. Juntas, formaban un nudo indestructible de amor, apoyo y fortaleza. Cada cinta del nudo representaba una experiencia compartida y un vínculo inquebrantable que las unía.
Con el paso del tiempo la aldea floreció. Las mujeres se empoderaron unas a otras y la comunidad se volvió un lugar de sabiduría, respeto y amor. Aisling, guiada por la Diosa Triple, se convirtió en una líder venerada y su Nudo Celta -Triqueta en un símbolo de unidad y fortaleza femenina.
La leyenda de Aisling y la Triqueta se transmitió de generación en generación, recordando a todas las mujeres la importancia de su conexión entre sí y con las etapas de sus vidas. Cada vez que una mujer veía la Triqueta, recordaba la sabiduría de las tres fases y la fuerza que poseía al unirse con otras mujeres.